martes, 10 de febrero de 2015

Capítulo 15

La librería estaba llena de libros y cubierta de polvo, algunos libros eran viejos y otros nuevos, unos gordos y otros delgados. Algunos, tan rotos y destrozados que se veía sin ni siquiera cogerlo que faltaba la mitad de folios. Pero la mayoría de ellos, por no decir casi todos, trataban simplemente sobre la historia de la magia, magos antiguos importantes, cómo proteger la magia o simplemente cuentos para entretener a unos viejos aislados del mundo. Pero había uno, reposando sobre una vitrina y con los hechizos que lo protegían rotos después de la muerte de los que los convocaron, que se veía a simple vista que era distinto a los demás. Que era lo que Richard buscaba, mucho más fácil de lo que él creía.

     Todos los secretos de los magos, la explicación sobre cómo despertar los poderes latentes en cada uno y unas instrucciones sobre cómo usar cada hechizo, dentro del mismo libro. El ejemplar era con diferencia el más viejo de todo, y el más cuidado. No tenía letras en su cubierta, sólo un símbolo parecido a una espiral, de color rojo sobre un fondo totalmente negro. Las páginas estaban amarillentas y los bordes de los folios desgastados, pero podía leerse perfectamente de la primera a la última letra. Cuando empezó a leer, en la primera página había tres líneas que daban unas instrucciones claras a sus usuarios:

En este libro se reúne toda la magia que cualquier hombre o mujer puede usar jamás. A todo aquel que tenga permiso para leerlo, protegedlo por encima de vuestra propia vida. Nunca y de ninguna manera debe caer sobre malas manos.

Los magos eran personas solitarias y aisladas, cosa que era obvia por vivir encerrados en una isla. Temían el poder de la magia, a la vez que era lo más preciado para ellos y justo por eso nunca permitían que cualquiera pudiera usarla. La mayoría de alumnos que acogían se quedaban a vivir en la isla, así que se cree que en el continente no hay ningún mago. Por supuesto, ahora la cosa era justo al revés. No habrá ningún mago en la isla y sólo uno en el continente, Richard.
Pasó la página  y empezó a leer, una larga narración explicaba de forma breve de dónde prevenía la magia y cuáles eran sus formas más usuales.

La magia es un poder real desde el principio de los tiempos, recorre las venas de los hombres y las ramas de los árboles. La magia está en la tierra y el cielo, en el mar y el fuego. No se puede ver, ni percivir, pero se puede usar y controlar. Como cualquier gran poder, éste conlleva su peligro. Hay que aprender a usarla, con tranquilidad y tiempo. Todas las personas tienen magia dentro de ellos, cualquier pueda aprender magia y llevar a cabo los hechizos más básicos. Incluso, aquellos poco habituales que no acepten magia en su cuerpo, podrían usar las piedras rúnicas o las pociones para usar la magia. Luego, el poder latente de la persona le permitirá usar con más o menos potencial los hechizos, y usar aquellos más complicados.
Aquellos citados en los dos últimos capítulos son de extrema dificultad y alta peligrosidad, no están hechos para cualquiera.

Richard, llamado por la curiosidad, dejó de leer y avanzó las páginas hasta el final del libro. Había dibujos de piedras, piedras muy extrañas. Había algunas rojas, azules, con forma de calavera o, una que según lo que indicaba bajo su dibujo, "Desprende calor". Richard nunca había visto piedras así, por lo tanto pensó que sólo con esas podría hacerse las runas para llevar a cabo dichos hechizos.
     Según el libro, el mago debe canalizar su energía a través de una Vara, un bastón hecho con la madera de uno de los miles de árboles milenarios que había por los bosques. Había que tallarlo con un complicado ritual, lo que convertía el bastón en un perfecto canal de la magia de la persona hacia el exterior. Después, las runas - que los magos solían llevar dentro de una bolsa colgada del cinturón - transformaban esa magia en hechizos. Las runas eran, la mayoría, simples piedras con símbolos tallados en su superficie que daban lugar a un hechizo al ser lanzadas, golpeadas o frotadas unas con otras. Dicen que cualquier persona que empiece a entrenar su magia, sacará siempre la runa que necesite y pretenda usar de su bolsa sin tener que buscarla entre todas ellas, iguales al simple tacto. El mago, si es muy poderoso, puede hacer magia sólo con la vara, sólo con runas, o incluso con sus manos desnudas.
     Richard cogió el libro y lo cerró. Salió de la sala y cruzó los diversos pasadizos de la cueva hasta llegar a los cadáveres de los magos en su dormitorio. Vio que la mayoría tenían sus varas con ellos, al lado de sus camas. Vio una que le pareció bonita, con una madera negra y afilada en la base con lo que podría usarse como lanza. Perfecta. La cogió y se la quedó para él. Luego, se sentó en el suelo y empezó a ojear el libro para ver qué hechizos había.
     Según el libro, todo era simplemente... ¿mental? Uno debía ser consciente de su magia como sabe que respira o bombea aire. Entonces, debe imaginar la magia corriendo por la vara hasta su punta. Una vez pueda hacer eso prácticamente sin pensar, sólo tendrá que usar cada runa como indica el libro. Empezó a observar los dibujos de las runas y sus instrucciones.
     Dos piedras negras, con una llama tallada, producían una llamarada si se frotaban una con otra. El mago podía dirigir el fuego con la vara hacia su objetivo. Incluso redirigirla hacia otros si era lo suficientemente poderoso.
     Una piedra blanca con un círculo negro pintado en centro, aspiraba hacia otro lugar a todo aquel que se encuentre cerca de donde lance la piedra. Esas personas aparecían siempre muertas en el otro lugar, aunque en el libro ponía que nunca se había encontrado a una víctima de ese hechizo de nuevo, más que transportarlo... lo borraba del mundo.
     Una piedra negra tenía tallada otro símbolo en su superficie, hacia crecer raíces del suelo y agarraban y mataban a todo aquel a quien la vara del mago apuntase.
     Otra desprendía agua, hacía luz, oscuridad, un ruido ensordecedor, movía cosas sin tocarlas o dejaba caer rayos.

Richard se pasaba el día con el libro y la vara, empezó a recoger bolsas y runas y a estudiarlas. Aprendía a un ritmo asombroso y en unos días empezó a practicar los hechizos. Tuvo problemas con el hechizo de crear fuego, pues era simplemente imposible frotar dos piedras si aguantaba la vara con un mano. Intentó coger las dos piedras con una mano, pero no podía frotarlas con fuerza. Luego, se fijó en la vara y vio que la punta acababa en una forma perfecta para sujetar objetos pequeños y... Cogió una de las piedras y la colocó en la punta de la vara, luego pasó rápidamente la otra piedra y las golpeó. Una chispa surgió y de ésta, fuego. Agitó con fuerza la vara  a la izquierda y el fuego simplemente voló y golpeó la pared. Richard sonrió y pensó que ese hechizo le sería muy útil en batalla, dejó la piedra en la vara y guardó la otra en el bolsillo. Luego fue sacando las otras y probándolas. No tuvo problema con ningún hechizo, y cuatro días después era capaz de destrozar un árbol desde diez metros de veinte formas distintas en menos de un segundo.
     Cuando empezó a estudiar los hechizos que estaban al final del libro, empezó a verse en problemas. Las instrucciones eran complejas, no había sólo que golpear o lanzar runas, también había que pronunciar extrañas palabras o hacer malabares con el bastón. O todo a la vez. Aprendió un hechizo que creaba una oleada de aire que empujaba con la fuerza de cien hombres a cualquiera que estuviese cerca del mago. Para hacer el hechizo había que estar como diez segundo haciendo girar la vara alrededor del cuerpo o los hombros mientras te ponías la runa correspondiente en la boca y murmurabas tres palabras extrañas en un idioma desconocido. No quedó bosque en la isla después de probar el hechizo.
      Richard viéndose ya como un mago y alguien terriblemente poderoso, se sintió ya la persona más poderosa del mundo. Podía destrozar a cualquier persona en un segundo, volvería y acabaría la guerra. Se casaría con Christine, sería rey y junto a Keithl llevarían al mundo entero a la paz. Luego, pensó que tal vez sería útil que otros pudieran usar magia también.
     Había algunos hechizos tan básicos que podían hacerse sin vara y las runas eran muy fáciles de hacer. Cogió algunas piedras y empezó a tallarlas.
     Algunas de ellas tenías una curva, cuando tirabas con fuerza la runa al suelo impedía que cualquier persona u objeto lo traspasara. Con eso, sus soldados podrían detener flechas, bombas y ejércitos enteros.
     Las otras tenían simplemente una línea tallada, la runa al lanzarla actuaba como una flecha, pero el mago podía controlarla durante un minuto entero con la mano. Se movía a tanta velocidad, que cada runa que usaran podría acabar con decenas de enemigos en ese minuto.
     Con esos dos hechizos su ejército dispondría de numerosos magos peligrosos y fuertes, pero no lo suficiente como para suponer una amenaza para Richard. Cogió el libro, lo metió en su bolsa y se juró no permitir que nadie lo encontrara nunca. Cuando la guerra acabase, seguiría practicando. Recogió sus cosas, las metió en su barco y zarpó de regreso.

El viaje de vuelta fue rápido y tranquilo, estuvo estudiando más hechizos y con la magia podía pescar peces sin problemas. Se cruzó, al segundo día, con un pequeño barco pirata que iba hacia la costa para tal vez prestar ayuda a la reina Arya. Richard no se preocupó de preguntarles sus intenciones, seguramente ellos ni supieron de dónde había surgido el fuego que calcinó su barco y a ellos con él. Era la segunda vez que Richard mataba a varias personas a traición, sin tener en cuenta si merecían o no esa muerte. De nuevo, no le preocupó lo que hizo y por alguna extraña razón creyó que lo que otros podrían ver como un asesinato para él era no más que justicia. Mientras se alejaba en su pequeña barca del barco pirata, en ningún momento se giró para ver las llamas o sus víctimas hundiéndose en el mar, o para comprobar que no había ninguna bandera con una calavera y que cientos de peces muertos caían del barco.
     Cuatro horas más tarde, vio la costa. Escondió de nuevo el libro en su bolsa, cogió la vara y sus runas, la espada y su escudo, y subió a tierra. Dejó la armadura en el barco, no la vio necesaria nunca más. Vio un caballo atado a un poste, se vio con permiso legítimo para coger y lo tomo prestado. Montó hasta el castillo, y lo vio rodeado de carros que se alejaban en la lejanía con montañas de algo tapadas con mantas. ¿Cadáveres? ¿Había acabado ya la batalla? Traspasó la muralla, dentro había ruinas, muros caídos y establos calcinados. Dejó el caballo y entró al castillo. No había nadie, ni guardas. Abrió una puerta y llegó a la sala real, a cada lado del pasadizo central había cientos de camillas, y la reina Christine sentaba en su trono. No parecía feliz. A sus pies, sentados en los escalones, estaban Acantha, Skar, Jack, y los nobles de Lakslane y Turdland. Todos miraban a sus pies, y Acantha tenía los ojos rojos.
     Christine le vio, llegando a sus pies, mucho más delgado - Richard no se había dado cuenta de cuánto había adelgadazo en la isla - y con una vara en la mano. Se levantó, bajó corriendo los escalones y le abrazó. Richard no supo que hacer, ¿cuál era el protocolo? Decidió ignorarlo, y abrazó con fuerza a su reina. A su amiga. Al amor de su vida.
      -Mi majestad, ¿qué ha pasado?
      -Nos atacaron -la voz era fuerte, venía de los escalones-, Arya condujo todo su ejército hacia aquí, hacia el castillo.
      -¿Cuántos hemos perdido? -preguntó Richard a Skar.
     -Muchos, cientos, miles, millones... Fue una masacre, Hemos enviado mensajeros a todas las islas, necesitamos más hombres. Todos los que podamos. Arya se prepara, está reuniendo prácticamente a todos sus ciudadanos, si los infantes pudieran andar les colocaría una armadura. Está decidida a aplastarnos.
      -Pero... ¿la batalla?
     -Ganamos -dijo Christine. Su voz era dulce, y devolvió luz y vida a la sala-. Sabíamos que venían, preparamos las defensas y luchamos con valentía. Impedimos que entraran al castillo, aunque hicieron caer flechas ardiendo o grandes rocas sobre la muralla. Cargamos contra ellos y les hicimos retroceder. La mayoría huyó, sintiendo su derrota.
     -Y Keithl... ¿Y mi hermano? -preguntó Richard con voz temblorosa.
     -Dicen que se la encontró, a Arya. En medio de la batalla, Keithl estaba... encendido. Luchó como nunca lo había hecho, pero cuando levantó la mirada y encontró los ojos de esa zorra... -Jack no pudo seguir hablando. Richard no quería oir nada más, en el momento en que alguien lo pronunciase se haría realidad.
     -Keithl dudó -dijo Acantha-, todos lo sabíamos... La amaba. Todos lo entendemos. Ella lo aprovechó y...
     -Keithl ha muerto -Skar rompió la tensión, podría decirse que incluso rompió el silencio. Para Richard, Skar rompió todo. Rompió el mundo y todo lo bueno que quedaba de él, rompió la sala real, el castillo y Turdland. Rompió Lakslane. Lakslane... sin rey. No.
     -El rey ha muerto -Acantha se levantó, llevaba la cara empapada en lágrimas. Se acercó a Richard y se arrodilló frente a él. Su voz no sonó fuerte, convencida, prácticamente no sonó. Estaba destrozada. Pero todos sabían lo que dijo:

"Larga vida al rey."

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