domingo, 14 de septiembre de 2014

Capítulo 7

La sala del rey estaba vacía, pero el trono no. Encima de este había un manto que caía, con la palabra Strawgoh bordada. Roland estaba sentado en el trono, bebiendo vino y leyendo cartas. La mayoría las tiraba al fuego cuando las acababa, pues no le interesaban las peticiones de los pueblerinos ladrones. Algunas cartas eran de nobles de Strawgoh pidiéndole ayuda, también las quemaba. Las únicas que guardaba eran las que prometían donaciones, o las de sus espías.
   Habían llenado Lakslane de espías. Keithl ya llevaba dos años siendo rey, y la paz estaba impuesta. Los nobles ya no se peleaban, Diorx era el único que no iba a las reuniones pero tampoco creaba problemas. De vez en cuando Roland enviaba soldados disfrazados para quemar un par de casas. Pero casi siempre eran atrapados, y los devolvían desnudos a Strawgoh. Eso siempre cabreaba mucho al rey, y más aún a la reina. Pero, por alguna razón, Keithl había decidido mantener una relación amable con Strawgoh. 
   Lakslane crecía a una velocidad increíble. Tardó tres meses en imponer la paz, y sólo medio año para que los conreos volvieran a crecer con tranquilidad. Se establecieron nuevas normas para los soldados, y el ejercito de Lakslane estaba formado por hombres buenos y formados. Su principal misión - y prácticamente la única - era proteger a los ciudadanos de los soldados de Strawgoh que se infiltraban para llevar el caos. Los bandidos se habían vuelto capitanes del ejercito, y su primera misión fue ir al bosque a recuperar el cadáver de Puck para enterrarlo. Fue una misión tranquila y pacífica. Y por mucho que Roland y la reina se interesaran por acabar con la paz en Lakslane, no lo conseguían.
   Además, se decía que de vez en cuando Keithl enviaba a nobles o capitanes de su ejército a parlamentar con la reina de Turdland, Christine. Turdland era el país que se encontraba al sur de Lakslane. Al este tenían Strawgoh, que era el doble de grande y tenía el doble de riquezas y soldados. Como Turdland llevaba muchos más años que los otros dos países sin tener ninguna guerra, se había centrado en tecnología. Se dice que sus armas y vehículso son altamente avanzados, y circulaban rumores de que tenían tratos con los magos de las Islas del sur.

Mientras Roland seguía repasando la situación de los países vecinos, y maldiciendo por dentro como poco a poco iban éstos recuperando una buena situación militar y económica, su esposa entró en la sala.
   La reina era endiabladamente bella, y tenia esa mirada y forma de andar de las mujeres que son poderosas en todos los sentidos. La reina Arya tenía una habilidad especial para hacer palidecer, enmudecer y aterrorizar a cualquiera. Ella era la auténtica monarca de su país, y tanto los nobles como el rey eran sus marionetas. Estaba obsesionada con el poder, le encantaba demostrarlo y llevaba ya dos años con un cabreo constante. Por supuesto, antes de que Keithl fuera rey, los soldados de Strawgoh se vestían de bandidos y mataban nobles por orden de la reina Arya. Y desde que Keithl fue rey, Arya les ordenó que ahora se vistiesen de soldados de Lakslane. El constante fracaso de las misiones cabreaba mucho a Arya, pero era el hecho de que Lakslane seguía sin romper la buena relación le hacía hervir la sangre. Es más, Arya deseaba ya una guerra. Su país, tan rico y próspero, tenía superpoblación. Necesitaba limpiar ciudadanos, vender tierras para aumentar los fondos de la corona, y sobretodo, arrasar en Lakslane. Soñaba cada noche con colgar a ese niñato rey, y desde que éste iniciara relaciones con Turdland, también deseaba enfrentarse a Christine.
   Arya y Christine tenían mala relación. Ambas eran reinas, bellas y poderosas. A Christine le gustaba la paz, que su país avanzara tranquilamente y que sus ciudadanos viviesen felices y tranquilos. Arya quería poder, fuese como fuese. Por lo tanto, la rivalidad fue cuestión de tiempo. 
Arya no quería a Roland, para él sólo era otro mequetrefe a su servicio. Su título, tierras y poder, habían convertido a Strawgoh en un país enorme. Así que cuando no soñaba con destrozar a Keithl o Christine, soñaba con destrozar a Roland. Odiaba tener que compartir su vida y cama con alguien así, y sobretodo el teatro en la vida pública.
    -Mi reina... -Roland se levantó y se ofreció a cogerle la mano a Arya para besársela. Ésta le ignoró.
    -A ver, dame alguna buena noticia -La reina se sentó en su trono, más alto que el del rey.
   -Pues... Nuestro país ha contratado a cien mil soldados más. Superamos en número en unos tres millones a Lakslane, y cuatro millones a Turdland. Se dice que Christine, esa putita, ha ordenado construir unas armas nuevas. No sabemos aún qué son, pero pronto tendremos información. Hemos subidos los impuestos, y algunos tontos de Lakslane, los de la frontera, nos han pagado a nosotros en vez de a su país. Ah, en Lakslane han bajado impuestos.
    -¿Bajado?
   -Sí, parece que el rey dice que se lo pueden permitir, y eso permitirá a los ciudadanos vivir con más tranquilidad. Y... los capitanes también reclutan soldados. Aún no tenemos números.
   -¿Y nuestros soldados? ¿Qué hacen en Lakslane?
   -Emmh... ahora no hay ninguno allí.
   Arya suspiró, miró a Roland con cara de frustración y le preguntó el por qué.
   -No... no has dado la orden.
  -Roland, querido -Esa última palabra la pronunció con sarcasmo-, no tengo que dar la orden. ¡Siempre debemos tener soldados en Lakslane! Voy a hacerte una pregunta, quiero que me respondas con claridad. En este último semestre, en la carrera por el poder, ¿qué país avanza más deprisa?
   -Bueno, por supuesto, nosotros vamos primero...
   -¡Esa no es la pregunta! -Arya se levantó, gritó a Roland y luego se relajó. Volvió a sentarse- Por supuesto que vamos primeros, tenemos el doble de tierras, por lo tanto el doble de conreos. El doble de ganado. El doble de soldados. Recaudamos el doble de impuestos y tenemos muchos más ríos en nuestras tierras. Pero hace años, Lakslane era cada vez más y más pobre, gracias a esos bobos ricos. Por lo tanto, en la carrera ellos iban poco a poco perdiendo posiciones. Bien, ¿me entiendes mi majestad? ¿Cómo va la carrera?
   Roland había entendido la pregunta a la primera, y sabía la respuesta, pero no quería responder. Pero tenía que hacerlo.
   -Avanzamos poco a poco. Turdland avanza muy deprisa. Lakslane...
   -¡Acaba! -Arya perdía la paciencia.
   -Lakslane está imparable.
   Arya no perdió la compostura, miró con dulzura a su marida y le pidió que se acercase.
  -Quiero que hagas lo siguiente. Cogerás unos cuantos soldados, mil, dos mil. Los que quieras. Vestirás a la mitad con uniforme de Lakslane, y la otra mitad con uniforme de Turdland. Los llevarás a todos a la frontera entre esos dos países, y les ordenarás que maten, quemen y saqueen como nunca lo han hecho. Quiero que después de destrozar dos o tres pueblos de cada país, corra la voz por los cuatro vientos de que soldados de Lakslane y Turdland se han enfrentado y muchos inocentes han muerto por ello. Después, de alguna forma, harás que esos dos hijos de puta entren en guerra. Y nosotros, prometeremos a cada uno, en secreto, que les ayudaremos. Keithl y Christine entrarán en guerra, y poco a poco se hundirán. ¿Ha quedado claro?
   -Sí, mi reina. 

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