domingo, 14 de septiembre de 2014

Capítulo 11

Keithl iba en el carruaje con Skar. Llevaban ya dos días de viaje hacia Turland y Keithl no paraba de pensar en Arya.
    -Keithl -dijo Skar-, aún no me has contado cómo fue con Arya.
    -Skar, siento decirte que tendré que omitir algunas partes.
  -¿Qué? ¡Hace años que nos conocemos! Hemos bebido, viajado, matado y reinado juntos. Explícame cómo fue...
   -¿Has escuchado cómo fue en la sala del trono? Llegué, les expliqué por qué fui, lo negaron todo y les dije que no iba a negociar.
   -Y ya.. -Skar se divertía con la conversación- Eso ya lo saben todos. Los soldados lo contaron a sus esposas, sus esposas a sus amigas, y poco a poco circuló hasta las tabernas. Llevamos dos días de viaje y no hay mejor lugar que una taberna para enterarse de todo. Y me han dicho, que después de la discusión te fuiste a solas con la reina. También dicen que ella es asombrosamente bella y que tú parecías un niño pequeño cuando le hablabas. Hasta que hiciste callar a Roland con sólo una mirada. Y bien, ¿de qué hablásteis los dos solos?
   -Skar... eso no puedo decírtelo.
   Skar se cabreó.
   -¿Cómo que no puedes? ¡Tienes que informar de estas cosas! ¿De qué hablasteis ¿De Strawgoh, de Lakslane, de ti, de ella? O qué pasa, ¿se quedó prendada del gran rey bandido y te la tiraste?
   Keithl le miró, con los ojos abiertos, sin sonreir. Skar al ver esa reacción se dio cuenta que a pura suerte había acertado. No se lo podía creer, se había acostado con la enemiga. Finalmente, Keithl cedió y se lo contó todo, incluso lo rara que se puso al final. Le había dicho que se casasen, había pedido que Roland viniese, bebió vino, se tiró a la cama y le echó. Cuando acabó de hablar, Skar agachó la cabeza y se tapó la cara con las manos.
   -Keithl... creo que yo sé por qué hizo eso -El rey no daba crédito a sus oídos-. Verás... Roland ha muerto.
   -¿Qué? -Keithl se levantó de golpe- ¿Por qué no me han informado antes?
  -La información ha tardado en llegar, murió antes de ayer y yo me enteré antes por lo que se hablaba en la taberna que por el mensajero que traía la noticia. Te lo iba a decir hace unas horas, pero no parabas de mirar por la ventana, cantando y sonri... ¡Puta mierda Keithl! ¿Te has enamorado de esa zorra?
    Keithl, sin entenderse a si mismo, sintió el insulto a Arya como un insulto a si mismo. No le gustó ese nuevo signo de debilidad, era muy peligroso.
   -Sí -Keithl fue tajante como el viento afilado contra una hoja marchita-. Explícame qué dicen de la muerte del rey.
   -Pues... no te lo creerás. Dicen que estabas en la habitación con Arya y ella salió para que llevaran al rey a donde estabais. Llegó, y desde fuera sólo oyeron pasos, una botella de vino abriéndose, y unos minutos después Arya cayó sobre la cama.
   -¿Cayó? No, se tiró. Supongo que eso lo explican los que estaban guardando la puerta del cuarto...
   -Así es. Pues bien. Dicen que se oyó a alguien cayendo en la cama, y unos segundos después saliste tú. Unos diez minutos después, se oyó un grito. Entraron en la habitación y se encontraron al rey muerto. La reina dijo que la violaste, drogaste y mataste al rey...
   -Primero, no la viole, entré en la habitación y se desnudó en un segundo. Y me pidió... cosas, y las hice. Si una mujer como ella te pide que hagas algo, lo haces. 
   -No te desvíes Keithl.
   -Pues bien, se desnudó e hicimos... eso. Cuando Roland vino, me pidió que sirviera vino, pero sólo bebió ella.
   -Sí, dijeron que encontraron tres copas con vino pero sólo se había bebido de una. Y a Arya le olía la boca a vino. Por eso la creyeron y llegaron a la conclusión de que la habías drogado. 
  -Supongo, sólo supongo, que creen que un rey asentado como Roland caería en un segundo ante alguien como yo. Y con Arya supuestamente dormida no se podría escuchar nada.
   Ambos se quedaron callados, pensando en lo que habían dicho.
   -Entonces... -dijo Skar- todo lo hizo para matar a su marido y acusarte a ti. ¿Para qué querría matar a Roland?
  -Porqué  ya no le sirve de nada. Supongo -Keithl no lo suponía, estaba seguro-. Roland es un imbécil, todos lo saben, no es un buen rey ni un buen hombre. Arya ha conseguido quitarse a un parásito de encima, y a la vez acusarme de regicidio.
   -Sinceramente Keithl, es un gran plan. Si no hubieses aceptado irte con ella a la ca-
   -Era imposible negarse Skar -Keithl contestó con firmeza, y Skar no se atrevió a replicarle.
   Poco después el carro paró y les indicaron que ya habían llegado a la capitan de Turdland. Al ver la ciudad, quedaron boquiabiertos. Las calles eran perfectas, incluso demasiado lisas y rectas. Las casas, de una arquitectura singular. El castillo era precioso, y los soldados llevaban todos armas de fuego y una espada colgando del cinturón. Keithl nunca había visto armas como esas. Mandó a sus soldados a descansar, y fue conducido a sus aposentos. Confió en los guardias que protegían su puerta, estaba seguro que Christine no haría nada raro. Durmió unas horas y después le llamaron para que fuera a ver a la reina. La reina Christine no estaba casada. Esperaba encontrar a alguien que fuese a la vez gran rey, gran hombre y gran marido.

Al igual que con Arya, se sorprendió al verla. Sorprendentemente bella, aunque Keithl pensó para él mismo que Arya era más bella que todas las criaturas del mundo juntas. Odiaba pensar así de una persona como Arya. También odiaba repudiarla.
   Christine tenía un cabello negro que caía como tinta sobre sus hombros. La piel clara, como la porcelana, y unos ojos negros como el carbón. Christine era como un imán, y Arya como un torbellino. Te sentías atraído por Christine como si fueras metal, pero sabías que nunca te haría daño. Tenía esa mirada que tienen las mujeres bonitas que saben que tienen poder, pero no se aprovechan. En cambio Arya, te arrastraba para hacerte suya y jugar contigo a su querer. Pero a Keithl hubo alguien que le llamó más la atención que la reina de Turdland. Había un guardia al lado del trono de la reina, más cerca de ella que los otros guardias y también mucho más vigoroso. Tenía una espesa barba pelirroja, y el pelo recogido en coleta. Pelirrojo también. Su armadura dorada brillaba, una capa amarilla caía hasta sus pies, y sujetaba con una mano la espada más grande que Keithl había visto nunca. Incluso más grande que la de Min. Ese soldado, le era terriblemente familiar.
   No aburriré explicando cómo fue la reunión con la reina. Fue mucho politiqueo. Muy aburrido. Para resumir. Ambos pusieron en común su odio a Strawgoh, aunque Keithl no se atrevió a decir que odiase a Arya. Hablaron de la muerte de Roland y Christine le dijo que sabía que él no le había matado. Roland era más valioso para el enemigo vivo que muerto, pero un obstáculo para sus aliados. Christine estaba segura que lo había matado Arya, llevaba años reuniéndose con los reyes de Strawgoh y había visto como le trataba. Le sorprendía que no le hubiese matado antes. Finalmente, firmaron su alianza y decidieron asentar un campamento para crear las estrategias conjuntamente.
   -Entonces... ¿ya está todo hecho? ¿Le declaramos la guerra oficialmente a la reina Arya? -preguntó Keithl.
    Christine iba a contestar pero un mensajero llegó y le entregó una carta.
   -Pues... no será así Keithl. Según esto, Arya te declara la guerra, oficialmente, por matar a su marido. Y me la declara a mí, por aliarme contigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario