martes, 17 de diciembre de 2013

Capítulo 4

Los cinco jinetes avanzaban por al lado del río, intentando disfrutar de un momento de tranquilidad. Keithl iba delante, comiendo un poco y silbando. Quería dejar la mente en blanco, quería simplemente escuchar al bosque y no pensar nada. Pero era imposible. Jack se acercó a él.
  -Oye... Men dice que ha oído caballos.
  -¿Sigue borracho?
  -No.
  -Pues que se avance un poco con Min, por si ve algo. Que se lleven un cuerno, o una trompeta, un tambor... lo que sea.
  Jack volvió a atrás y les comunicó a los hermanos lo que debían hacer, los dos caballos empezaron a galopar y en unos segundos se perdieron entre los árboles. Jack volvió a su lado.
   -¿Cómo estás? -preguntó preocupado.
   -Explícame un poco cómo están las cosas -Keithl no parecía muy animado, estaba distante.
  -Pues... los soldados de Strawgoh han aparcado su uniforme. Atrapamos a algunos, y se visten como nosotros y atacan a los nobles y los pueblos. Matan, sin diferenciar entre buenas y malas personas. Los nobles se lo creen, pero no todos, eso provoca más peleas entre ellos. Más peleas entre nobles significa más caminos peligrosos y pueblos en peligro. Hace poco reunimos un buen grupo, antes de emprender tu búsqueda, para pararlos y avisar a los pueblos.
   -¿Cómo fue? -Keithl ya no hablaba como un hombre taciturno, sino como un líder de justicieros.
   -Dale, Dile y Lors murieron. Todos lucharon con valentía. Contándonos a nosotros, somos 30.
  -Somos 32 con Puck y Acantha. -Keithl miró a los ojos a Jack, hacía días que no se atrevía a levantar su mirada.
   -¿Pueden ayudarnos? -Jack no parecía muy seguro que ellos- Les he conocido, sólo son una niña y un viejo.
  -Puck es el que podría diferenciarnos entre ladrones y hombres de verdad.
  -Tú eres lo que nos d...
  -¡No! -Keithl no le dejó acabar- Yo no. Y Acantha tiene valor, lo noto.
  -No la conoces.
  -Lo suficiente.
  -Keithl... -Jack acarició su caballo.
  - Si yo fuera rey, ¿moriría menos gente?
  Jack no contestó, los dos continuaron en silencio uno minutos más hasta que Min y Men volvieron con sus caballos. Parecían muy cansados.
  -No hemos podido avisaros -dijo Min-, Hay nobles por el camino, a unos pocos pasos al interior. Si decidiesen por alguna razón ir al río, nos verían.
  -Estamos rodeados - Keithl detuvo su caballo, sus hombres le imitaron.
  Discutieron qué hacer. No podían cruzar el río y dejar los caballos y provisiones atrás, tampoco seguir y arriesgarse a que los nobles se acercasen. Men les dijo que no eran de los buenos, eran de esos nobles que no dudarían en disparar una flecha a los bandidos. Sobre todo si saben que Keithl está ahí. Tampoco podían adentrarse al bosque, ellos eran cinco y los hermanos habían contado doce nobles. Sería una locura intentar atacarles. Cuando iban a decir que lo mejor sería correr a toda prisa siguiendo el río, escucharon pisadas de la dirección que querían tomar. Keithl sacó su espada, Jack y Min le imitaron. La espada de Min era enorme, la de Jack y Keithl eran finas y elegantes. Men y Luke sacaron un arco y esperaron a ver al blanco. Una flecha apareció de su derecha, del bosque, el grupo bajó de los caballos y se vieron rodeados entre el río y el bosque. Sólo podían seguir sus pisadas, y volver hacia atrás camino a la ciudad donde cientos de guardias les esperarían. Luke apuntó al norte y Men al bosque. Los otros tres prepararon sus espadas cuando vieron cinco hombres surgir entre el bosque. Los bandidos siempre han sido más rápidos y listos que los nobles, y siempre tienen una posibilidad estando en inferioridad numérica. Tres de los hombres cayeron rápido, pues Men pudo incluso disparar una segunda flecha antes de que los hombres supiesen qué ocurría. Cuando Men no estaba borracho, era bastante rápido y certero. Lástima que casi nunca lo estaba y suerte que se había acabado el alcohol. Pero quedaban dos hombres en pie, uno sacó un arco y el otro desenvainó y corrió hacia ellos. Keithl decidió enfrentarse al espadachin, no estaba dispuesto a perder otro amigo y justo cuando el arquero estaba convencido que su flecha se llevaría el ojo derecho de Keithl (aunque en realidad habría caído al río), una flecha de origen desconocido le arrancó la vida. Su compañero se distrajo un segundo y Keithl dio un tajo certero.
  Luego todo fue muy deprisa, Men y Luke desenvainaron mientras seis nobles más aparecían. Todos, afortunadamente, sin arcos, pero con espadas y dagas. Para los cinco valientes, tener que enfrentarse a seis enemigos era una suerte monstruosa, y más suerte tuvieron cuando dos figuras surgieron de la espalda de los nobles y tres de ellos cayeron al instante. Los otros tres, les acompañaron cuando Min y su enorme espada les alcanzó.
  Keithl vio como una de las figuras corría hacia él, y pudo distinguir su cuerpo delgado y su pelo rojizo. Skar le alcanczó, y sin saludarle lanzó un cuchillo y se lo clavó a un hombre que les había rodeado hasta llegar al río.
  -¡Skar! -Keithl le abrazó, Min les recordó que no había tiempo para eso y que estuviesen atentos.
  -¡Tranquilo amigo -gritó Skar-, ya no queda ninguno! -Emitió un extraño silbido y vieron como un anciano salía de detrás de un árbol.
  -¡Puck! -Keithl corrió hacia él, y el viejo se sintió aliviado de salir de su escondrijo y de ver su viejo amigo. Pero Skar se equivocó, un noble sobrevivió y se convenció a si mismo a no huir. El noble, un chico joven y rubio, se dirigió a Keithl y su antiguo mayordomo daga en mano, pero antes de alcanzarles Acantha le vio y le atravesó el corazón desde atrás con una lanza. -¡Acantha!
  Keithl corrió hacia ella, y la niña empezó a llorar. Se abrazaron y Acantha tartamudeó.
  -¡Os he salvado! -Puck llegó y la pequeña abrazó a su abuelo- Keithl, me dijiste que defenderse era importante, ¡pero no me dijiste cuánto duele matar!
 Acantha cayó de rodillas, se tapó la cara con las manos y se transformó en una pequeña bola asustada. Puck no podía hacer nada, no podía consolar a la pequeña sin lengua. Keithl se sentó delante suyo.
  -Duele más perder a un amigo - Dijo, con sobriedad. Acantha levantó la mirada, miró a su abuelo y éste le sonrió. ¿No estás enfadado conmigo? Le preguntó con señas, él le contestó que no-. ¿Sabes? He pasado unos días horribles. En el barco, pasando frío. Y montando a caballo al lado del río, tengo el culo realmente destrozado... -La niña, por fin, rió un poco- Y sólo una idea me dio fuerzas. Después de semanas sin ver a mis amigos, después de dormir demasiado tiempo en el castillo enemigo, sólo pude pensar en una cosa. ¿Habrá aprendido de una vez por todas Acantha a cazar conejos? No te rías Puck, le dije que si se separaba tendría que comer, y cuando le dije que matara al conejo se ponía a llorar. Pero ahora te has lanzado y nos has salvado. -Keithl le quitó las lágrimas con una caricia, y sonrió con ternura a la pequeña negrita-, si no fuera por ti este dolor de culo no habría valido la pena.
  Acantha le abrazó, y Puck le dijo a su nieta que en esta nueva vida deberían hacer cosas que nunca imaginaron para sobrevivir. Todos los bandidos se reunieron. Skar y los dos negros llevaban días esquivando nobles, que habían decidido vigilar esa zona, por eso tardaron tantos días en cruzarse con sus compañeros. 
   -¡Acantha es toda una heroína! Lee como una campeona y dice que quiere ser la curadora del grupo. Nos decía a Puck y a mí incluso qué hierbas comer, y qué hacer si nos dolía la tripa. Caza como una campeona e incluso está aprendiendo a luchar.
   -¡Vaya! -Keithl miró a Puck, y éste hizo unas señas. Acantha lo tradujo, "Ha tenido que crecer, y ya es libre para decidir. Ha decidido ser una mujer respetable, y yo doy gracias cada noche a los dioses por ello".
    -¡No! -gritó Acantha- ¿No me castigarán los dioses por haberle matado?
   Min soltó una larga carcajada.
   -Tranquila, tienen demasiado trabajo conmigo.
  -¡Más conmigo! -reprochó Luke.
  Los bandidos empezaron su marcha, y siguieron el curso del río buscando más compañeros. Mientras discutían quién era más mortífero, Puck se acercó a Keithl. Hizo un movimiento de escritura con la mano.
  -¿Te refieres a la carta? -Puck asintió con la cabeza- ¿Estás seguro de eso...? -Puck asintió de nuevo.   -Pero... -El viejo le dio un golpe en la cabeza y señaló a su nieta. Keithl la llamó.
  -Dime -Acantha llegó jadeando.
  -Creo que quiere decirme algo.
  Acantha miró a su abuelo, y empezó a traducir para el joven
  -El día que el rey te trajo, tus padres tenían una sonrisa enorme. El rey dijo que no quería discutir con su esposa, que ya tendría algún hijo con ella y esto se olvidaría. Parece que se equivocó. Tus padres te criaron, educaron y amaron, pero el rey te trajo al mundo. Da igual quién es tu madre, tu sitio es el trono. Y cuando te he visto antes te he reconocido al segundo, ¿sabes por qué? Porqué eres igual que él.
   -¡Muchas personas se parecen! -replicó Keithl.
   -Igual que él -repitió Acantha-. Y si eso no es prueba suficiente, hay algo que-
  Puck no pudo terminar, un soldado de Strawgoh apuntó su flecha en el viejo y le atravesó el corazón. Puck cayó al suelo, Keithl y Acantha saltaron sobre él. Sus lágrimas fueron más rápidas que los treinta soldados que surgieron junto al arquero. Debían correr, pero ambos estaban anulados.
    -¡Tenemos que irnos!
   Skar y Jack cogieron a Keithl y lo  llevaron a su caballo. Finalmente reaccionó y buscó con la mirada a Acantha. Min la protegía con su cuerpo, estaban los dos en su caballo y ya escapaban de los soldados. El bandido tenía algunas flechas en la espalda, pero no había dolor. Sólo rabía. Todos corrieron, y el viejo negro ni siquiera pudo obtener nunca un buen entierro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario