viernes, 1 de marzo de 2013

Capítulo 12: La caída

Fue una sensación extraña, estaba claro que nunca antes había sido lanzado al vacío desde un décimo piso. Cuando se encontró frente a su asesino sintió miedo, mucho miedo. Estuvo a punto de morir en el accidente, pero el ser arrollado por un coche no era nada con lo que viviría ese día. La muerte, esperándole en el asfalto, le sonreía.
Había estado alrededor de un mes y medio investigando, desde que recibieron la nota estuvieron todos muy nerviosos. Utilizaba su tiempo libre para buscar, archivar y seguir buscando. Llamando amigos, haciendo patrullas. Tal vez "El fantasma" se dedicaba a vigilarles, en sus casas, mientras dormían. Por eso llevaba unos días con muchos problemas para dormir. El estrés, no le dejaba hacer nada. Estuvo un par de días con vómitos e insomnio, un insomnio absoluto. Lucía supo calmarle un poco. Un par de días después Luís le llamó, le dijo que había estado recibiendo llamadas, que duraban segundos y donde sólo se escuchaba una respiración. Una respiración pausada. "¿Cuántos días lleva esto ocurriendo?" Un par, contestó. Le reprochó que tardara tanto en contárselo y al momento llamó a los demás y se reunieron, Luís dijo que cree que era un hombre ya que a veces suspiraba. Decidieron hacer patrullas. Por sus puestos de trabajo, sus casas, sus restaurantes favoritos... Al final se dieron cuenta que un coche blanco siempre estaba ahí, aparcado y observando. Una vez en la acera de enfrente del restaurante Italiano favorito de Luís. Otra vez cruzando la calle de su casa, a media noche. O aparcado al lado de donde trabajaba cada uno. Finalmente decidió un día ir con Luís a ver de cerca el coche, eso ocurrió aproximadamente una semana antes de caer. Menuda caída. Cuando se acercaron al coche éste arrancó y se marchó, sin dejar rastro. Por suerte cogieron la matrícula y con más suerte aún Luís - No sabemos muy bien por qué. - podía rastrearla. La matrícula estaba registrada, pero no había datos del titular del coche. Es como si nadie lo condujese o como si el coche no tuviese dueño, como si fuera de un... fantasma. Empezaba a perder los nervios, el Fantasma les llevaba mucha ventaja.
Se pusieron realmente nerviosos cuando a Stan casi le atropellan, cruzaba la calle para comprar un café y un loco, en un coche blancó, se abalanzó hacia él. Supo que no fue un accidente cuando el coche se dio la vuelta y volvió a la carga. Stan corrió con todas su fuerzas al establecimiento más cercano y entró. El coche se estampó y rompió el cristal de la humilde cafetería, por suerte nadie resultó dañado. Stan recibió más amenazas. Pintadas en su apartamento con mensajes claros: "Tus amigos y tú no tendréis tanta suerte la próxima vez", "Sé lo que hicisteis", "Asesinos". Esas dos últimas pintadas eran problemáticas, tuvieron que vigilar mucho la casa de Stan y limpiar al momento los mensajes. Por suerte, nadie más los vio. Todo se complicó aún más el día en que haciendo patrulla con Luís recibieron disparos, vieron un hombre a unos quince metros con una pistola. Una bala alcanzó a Luís en la pierna y le ayudó rápidamente a esconderse, después se subieron al coche y huyeron a toda prisa, rompió el cristal de atrás. El hombre era alto, forzudo y con el pelo largo. Llevaba el cuerpo como lleno de tatuajes y unos pantalones negros. Se reunieron de nuevo los cuatro y Luís y él contaron a los demás lo que les ocurrió, Lucía se puso muy nerviosa al escuchar su historia y dijo que deberían comprar armas. Él se negó, a Patrick nunca le habían gustado demasiado las armas. Luís y Stan ya tenían cada uno su arma, Lucía también.
Patrick se arrepentía de no haber hecho caso a Lucía, cuando un día yendo a hacer la compra, mientras miraba en todas direcciones constantemente, vio a El fantasma paseando por la calle. Andaba tranquilamente con unos auriculares puestos, como si no fuese un asesino, un psicópata. Como si no hubiese intentado asesinar a Stan y a Luís y a él. Como si no se hubiese cargado él al Gordo. Y sin saber por qué, sin que se le pasase por la cabeza llamar a los demás o a la policia, pegó un grito y empezó a andar hacia él. El Fantasma le oyó, le vio y se fue corriendo a un edificio en obras. Y de nuevo, sin hacer caso a su sentido común, Patrick le siguió. Hasta la décima planta.
- Quieto ahí psicópata. - Dijo Patrick, levantando su bastón y apuntando a ese loco. - O te parto en dos.
- Neutórico, desequilibrado, lunático, demente, perturbado, loco. - Parecía que ni había pensado la respuesta, simplemente soltó esa serie de palabras después de que Patrick se dirigiese hacia él. Como si fuese la contestación más normal del mundo. - Creo que ninguna sirve para definirme.
Patrick tardó unos segundos en reaccionar. - ¿Qué? ¡No te muevas! - Sacó el teléfono, y justo después El fantasma sacó una pistola y apuntó hacia el cojo. Patrick se quedó inmovilizado, con el teléfono al lado de la oreja y con su vista puesta en el cañón. El fantasma indicó con su mirada que dejara el teléfono, Patrick lo tiró al suelo y el lunático disparó al aparato. - ¿Qué haces? Acabas de sentenciarte, no te vayas de aquí, la policía vendrá en unos segundos. ¿Escuchas? Sé que no, ya no se oye ningún coche. - El Fantasma sonrió indiferente, como si el que fueran a por él no le preocupara para nada. Como si él fuese inmune, como si la él no le pudiese atrapar. Como si fuese un fantasma. - Vamos, deja el arma y bajemos. Acaba con esto ya.
- ¡No!¡ No, no, no, no, no! - Y después de gritar con todas sus fuerzas como si el diablo hubiese entrado en ese cuerpo demoníaco, empezó a golpear su cabeza con la pistola. - ¡No puedo parar! El Gordo lo merecía, lo sabéis. Y ahora os sigo porque me da la gana. Os mataré, porque me caéis mal.
- ¿Que te caemos mal? - Patrick no entendía nada.
- ¡Sí! Sois... lo peor. No me gustáis nada, ninguno de vosotros. Ese Gordo era demasiado gordo, y vosotros sois demasiado... - Empezó a gritar de nuevo, después se tiró al suelo y empezó a llorar. Patrick se acercó hacia él pero el Fantasma tardó un segundo en volver a encañonarle. - ¿Quién te ha dicho que te muevas? ¿Quién te dio permiso para vivir? ¿Quién te dio permiso para sobrevivir al accidente? ¡Eres escoria, escoria! - Seguía gritando y llorando, y golpeando. Esta vez golpeaba al aire. Patrick empezaba a asustarse, dio un par de pasos adelante y pensó cómo podría golpearle con el bastón sin ser disparado. De repente el hombre se quedó quieto, puso sus manos en la cintura y empezó a reír. A carcajear como si fuese el momento más feliz de su vida. - ¡Vas a morir, y vas a hacerlo pronto!
- ¡Estás loco! - Patrick se abalanzó hacia él, tan rápido como su pierna le permitió  Le golpeó en el costado y al Fantasma se le cayó la pistola. Y ésta se precipitó hacia el suelo de la calle. Después el hombre se levantó de golpe y se lanzó sobre Patrick. Empezaron a forcejear, a golpearse. Patrick le dio otra vez con el bastón, en el estómago y el Fantasma cayó de rodillas. Empezó a reírse. "¡Lunático asqueroso!". Patrick le dio una patada y el Fantasma se estiró en el suelo. Se escucharon pasos en la escalera, seguro que la policía ya subía.
- ¡Estás perdido! Ya vienen a por ti, estás hecho caldo y te has quedado sin arma. ¿Qué harás ahora?
El Fantasma se levantó y sin sonreír, sin expresar enfado o tristeza, desesperación o impaciencia. Sin expresar absolutamente nada, le sentenció. "¿En qué lado llevas la mermelada?". Un cuchillo voló hacia Patrick y se le clavó en el estómago. Dolor, un dolor extremo. Recordó el día del accidente. No pudo hacer nada para esquivar al Fantasma, ni a su asombrosa patada. El cojo salió volando, literalmente, hacia el vacío. Y cayó, cayó desde el décimo piso y después de pensar en todo lo que había pasado una imagen le vino a su mente en el último momento. En el segundo antes de que su cuerpo se hiciera mil pedazos, en el instante que predecía el final, sólo pudo pensar en ella. Lucía.

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