jueves, 6 de diciembre de 2012

Capítulo 8: El plan

- Un GinTonic, sin mariconadas. - Expresó fríamente la mujer.
- Yo sólo una Pepsi, light. - Pidió amablemente un hombre, tenía una barba mal afeitada y ropa barata. Pero sabía comportarse. Se respiraba tristeza en sus ojos.
- Para mí lo de siempre. - Dijo el hombre que presidía la mesa. Tenía la cabeza bien alta y se expresaba siempre con firmeza y un ego que hasta podía verse en la sala.
- Nada para mí, pero gracias. - El hombre llegó a la mesa, dejó el bastón en la pared y se sentó. -  Y bien, vaya rápido y explíquenos por qué estamos aquí.
El hombre del bastón, la mujer y el de las malas ropas se quedaron mirando a la cuarta persona de la sala. El camarero los dejó solos y él se desabrochó el botón de la americana, se acomodó en la silla y empezó a recitar:
- ¿Os gusta mi edificio? Lo compré hace unos años, aunque sólo el ático. Tarde tres años en hacerme con él entero, tengo aquí a todos mis trabajadores. De verdad, la situación es inmejorable.
- No nos cuentes cuentos, ve al grano. - Lucía nunca fue muy paciente, y menos cuando estaba jugando a un juego y ella no tenía dados. Stan sólo se regocijaba en su situación de poder.
- Pues a mí sí me gusta mucho, ¿hay trabajo por aquí? - Se notaba un poco de desesperación en la voz de Stan.
- No se preocupe, después de mi trabajo nos reuniremos y si quiere puedo presentarle a algunos colegas de oficio, pero no le prometo yo nada. - Luís trataba con respeto a Stan.
Patrick no decía nada, sólo se quedaba observándoles y ni sonreía, no se dejaba ver ningún sentimiento en su cara. Finalmente volvió el camarero y depositó la bebida de cada uno delante de él. Lucía fue la primera en probar su bebida, dirigió una mirada de aprobación al camarero y de nuevo presionó a Luís:
- Explícate ya. - Lucía no estaba muy contenta con Luis.
- Bien. - Luis cogió un sobre, lo abrió y tiró 4 grupos de folios iguales. Dio uno a cada uno y pidió que pasaran la primera página, donde sólo había un nombre: "El gordo hijo de puta".
- Pero... ¿esto qué es? - Stan no parecía muy cómodo ahora mismo.
- Bien, empezaré por ti Stan. - Y Stan se sorprendió, pero no pudo llegar a preguntar. - Este hombre es la razón de todas nuestras desgracias, y de la de millones de personas. Tal vez yo no sea un ejemplo a seguir, todos jugamos sucio alguna vez. Pero lo suyo no es jugar sucio, lo suyo es cagarse en las cartas y tirárselas a la cara a la gente. - Nadie rió. - Bien. Es un empresario, lo que hace su empresa da igual. Es sólo su tapadera para blanquear dinero. ¿Y cómo saca ese dinero? Por favor, página 7. - Todos fueron a la página 7, había conseguido crear un ambiente de intriga. - Leed.

"1998 - 12.000 € de tráfico de mujeres.
1998 - 3.600 € de tráfico de drogas.
1999- 150.000 € de tráfico de armas.
1997 a 2001. - Pérdidas de 235.600 € en sicarios.
2000 - 34.000 € de estafas a hacienda y particulares."

La lista seguía, eran tres folios de cuentas. Tres folios con años y cuánto gastaba ese año. Y cada año era peor que el anterior. Mujeres, niñas, hombres... en la última página había fotos de algunas víctimas suyas. Lucía empezó a llorar silenciosamente. Stan se puso nervioso y siguió leyendo. Patrick le acercó un pañuelo a Lucía. Luis sonreía.
- ¿Por qué? - Preguntó Lucia al fin, con dificultades en el habla.
- Hay que dar a conocer a gente como esta. Tengo mil pruebas en su contra: Fotografías, declaraciones, cuentas en todos los paraísos fiscales... - Luis se notaba excitado, se veía que llevaba mucho tiempo esperando ese momento.
- ¿No debería ir usted a la policía? - Preguntó Stan.
- Debería y lo he hecho. Muchas veces. Pero este cabrón tiene infiltrados en todas partes. Es una puta araña y su red no acaba nunca. No podemos delatarle, no podemos llevarle a juicio... tiene demasiados amigos. Pero aún no hemos llegado ahí. Ahora quiero contaros unas historias. Patrick.
Patrick dirigió su mirada hacia él, llevaba todo el rato leyendo el informe, el cual estaba algo arrugado. Rabia. Ese hombre se hacía odiar. Patrick ya sabía lo que iba a escuchar.
- ¿Qué ha pasado con mi sobrina? - Preguntó el hombre, nervioso.
- Mira a la pantalla. - En la televisión que había en la pared apareció un parque. Estaba grabado con alguna cámara mala, era en blanco y negro y la voz se oía algo mal. Aparecieron dos hombres, uno de ellos era el hombre del informe. Hablaban y finalmente sacaron un maletín. El gordo abrió el maletín y se dibujó una sonrisa, o eso parecía en su cara, luego lo recogió y entregó un sobre al otro hombre. Éste sacó mucho dinero del sobre, mucho dinero. Después se fueron cada uno por un lado. En ese momento salió una niña de detrás de unos arbustos, miró a los dos lados y se fue corriendo. - Tu sobrina lo vio todo, no ha dicho nada pero si le cuenta esto a alguien estará perdida. La encontrarán, y la matarán.
- Entonces la solución es que no hable. - Patrick se levantó como pudo de la silla, estaba nervioso. No apartaba la mirada de la pantalla. - Si ella no dice nada no estará en peligro.
- ¡Mañana podría ser otra niña! Hoy ha sido tu sobrina, pero mañana podría verlo la hija de un hombre honorable, o un vagabundo que no ha hecho daño a nadie. Y si lo ven, lo matarán. Patrick, la solución no es que no hable. Todos sabemos cuál es la solución. - Por fin Luis se había puesto serio, su voz había sonado fuerte. Estaba cabreado, ellos no sabían el porqué pero se notaba que odiaba mucho a ese hombre. Y ahora Patrick también le odiaba. Si ponía en peligro a Clarice, no se lo perdonaría jamás. - Stan, ¿recuerdas a tus padres?
- No... - Stan estaba muy nervioso. Hacía sólo unos meses que se decidió por reparar su vida. Hacía sólo unos días que había aprendido a escribir, a comportarse, que había conseguido un trabajo. Esto le venía grande, de momento. - No les recuerdo, sólo sé que mi padre la mató.
- No, no fue tu padre. Fue este tío. - Luis se quedó mirando a Stan. Él sólo salió corriendo de la sala y empezó a chillar. Lucia se levantó pero Luis le dijo que no fuera. Se quedaron los tres en la sala, sentados con los folios delante. Esos folios que hablaban de ese horror de hombre. Finalmente Stan volvió, se sentó y bebió algo de Pepsi. - ¿Cómo?
- Tu madre era una prostituta, trabajaba para él. Él se había aprovechado de ella unas cuantas veces. Decidió dejar el trabajo cuando se quedó embarazada de ti pero este tío se lo prohibió. Estuvo trabajando aún cuando tú ya naciste, ibas creciendo en un ambiente hostil, muy hostil. Tu madre no quería trabajar más de prostituta, pero él le obligaba. Un día tu padre fue a verle, con una pistola escondida. No tardó mucho en ser descubierto, ni en ser asesinado. Luego el gordo visitó a tu madre. La violó, y la mató. A ti te dejó en la calle, por suerte una vecina tardó poco en encontrarte. Los servicios sociales te dejaron con tu abuela, y el resto de la historia ya lo conoces. Stan, si tu madre hubiese dejado el trabajo todo habría sido distinto. Piensa en todo lo que has sufrido en tu vida. No diré nada, pero todos los recuerdos oscuros que tienes, tienen un nombre. 
Stan estaba consternado. No dijo nada. Volvió a bajar la mirada y a hojear el informe. Finalmente empezó a llorar y tiró el informe al suelo. 
- ¿Por qué me cuentas esto? - Se dirigió Stan con hostilidad hacia Luis.
- Te doy la oportunidad de vengarte. - Luis no se movió.
- No quiero venganza, quiero una vida.
- Ya tienes una vida, ahora. En algún momento él te encontrará, no deja un cabo suelto. Y ya sabes qué hará si te encuentra.
- ¿Y si yo le encuentro antes? - Stan se quedó mirando a Luis. Las lágrimas no paraban de correrle por la cara, sus puños estaban muy cerrados y algo de sangre corría por su barbilla. Se había mordido un labio. Odio, recuerdos, rencor... todo afloraba de su cuerpo. Estaba muy perdido, pero sabía que Luis tenía razón.
- Bien, supongo que ahora es mi turno. - Dijo Lucia. - Sé lo que dirás de mí, así que no digas nada. - Se quedó mirando a Luis, éste sonrió.
- Bien. Ninguno de nosotros es un asesino. No sé si ni siquiera habéis empuñado nunca un arma. - Stan se sobresaltó, nadie lo notó. - No os pediré nada muy complicado. Con mi plan podremos hacerlo sin dificultades. Está todo planificado ya, pero no puedo hacerlo yo solo. Necesito a más gente, a más gente que le odie, a más gente dispuesta a ayudarme. Os dije que con este trabajo podríais ganar más vosotros que yo. Eso depende de cuánto odiéis a este hombre. Nos ha jodido a todos, de una forma u otra. Ya es hora de devolvérselo. Vamos a cargarnos a este cabrón.
Patrick empezó a reírse, por fin. - ¿Te crees que esto es una película? ¿Que puedes juntar a cuatro desconocidos y soltarles todo esto? ¿Crees que puedes ir matando a gente por ahí? ¿Dónde está la cámara?
- Patrick la cámara estaba en el parque. Ese cabrón ya se cargó a los padres de Stan, a él le contaron una historia para que no creciese con ese dolor en su cuerpo. ¿Crees que a ti te mentirían? No, si encuentran a Clarice ella dirá nombres antes de que le metan una bala en la cabeza. Y tu nombre saldrá, lo sabes. Tú la conoces bien. Esa niña es un ángel, tan buena, tan inocente... y podrían cargársela en cualquier momento. ¿Es eso lo que quieres? Puedes irte, podemos hacerlo nosotros tres solos. Nos costará más, pero podríamos. Pero si quieres que todo salga perfecto debemos estar los cuatro. Ya lo sé, lo sé. No somos asesinos, no sabemos matar. Pero odiamos a este tío, míranos a todos. ¿No ves nuestro odio en los ojos? Nos ha jodido a todos. Si no quieres que joda a Clarice, en todos los sentidos de la palabra, tienes que ayudarnos.
Patrick se quedó callado, mirando fijamente a Luis. Luego Lucia le puso la mano sobre la suya y asintió con la cabeza. Patrick notaba que Lucia y Luis no se llevaban bien, pero parecía que a ella ya la había convencido. No sabía que le había hecho a ella, pero a Stan le había jodido la vida. Y ahora podría hacérselo a él. - ¿Y la policía?
- Nunca llegan, siempre se carga antes al chivato. Tiene gente por todas partes. Tenemos que hacerlo nosotros. Si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará?
- ¿Y esos otros a los que ha jodido? - Preguntó Lucia, aún con lágrimas en los ojos.
- No todos accedieron a venir hoy. Bueno, sólo vosotros cuatro.
- Yo me apunto. - Dijo Stan. Estaba cabreado, había dejado de llorar y no apartaba la mirada de los folios. Los números, el dolor, las muertes... Sus padres, su vida.
- Y yo. No me hace gracia trabajar contigo, - dijo a Luis. - pero hay que hacer algo con este tío.
- Bien, bien. - Dijo Luis, finalmente se levantó y se dirigió a la ventana. Bebió un trago de su Whisky y esperó a Patrick.
- Cuéntanos el plan. - Todos estaban dentro.

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