jueves, 22 de noviembre de 2012

Capítulo 7: La última carta

En el hospital no había ocurrido ese día nada extraordinario. A Urgencias habían acudido algunas personas con dolores de cabeza o fiebre, más bien febrícula. Todos fueron enviados de retorno a su casa con una receta para comprar una pastilla en la Farmacia más cercana, el pan de cada día. Habían llevado un herido de bala, lo pasaron rápido a quirófano y ahí el doctor le sustrajo la bala. No perdió mucha sangre y se pudo recuperar con normalidad, a la semana tuvo una visita de los oficiales de policía. Los enfermeros y doctores habían tenido un día tranquilo, pudieron aprovechar bien sus minutos de descanso para fumar y hablar sobre su vida privada. El paciente de la habitación 305 se había despertado hace dos días, así que no tenían que estar ya tan pendientes de él.
El hombre había estado alrededor de dos años en coma, todo producto de un accidente de coche. La policía no consiguió encontrar al culpable del choque, nadie vio nada. La denuncia seguía en pie. Habían pasado dos años tranquilos, tenían que hacerle cambios posturales diarios y cuidar que sus constantes se mantuviesen estable, pero no tuvieron nunca ningún susto. El paciente había sido un hombre fuerte y sano así que su recuperación fue lenta pero nada pesada. El día que se despertó la cosa fue distinta.

Patrick sentía un dolor intenso en todos y cada uno de sus músculos. No, no era dolor, era como si le estuviesen apretando las extremidades y el pecho. Era como si hubiesen puesto a otra persona encima de él y tuviera que soportar todo su peso. Era muy cargante, y además ni siquiera sabía dónde estaba. Le escocieron los ojos al abrirlos, y tenía la boca algo seca. Noto que tenía algo en el brazo, y que estaba recostado en una cama. Intentó levantarse pero el cuerpo le pesaba demasiado. ¿Qué demonios pasaba? Al cabo de unos minutos se permitió mirar a su alrededor. Habitación de paredes blancas, un cama muy articulada, una televisión enganchada a la pared con un aparato debajo, una camilla. Estaba en un hospital y claramente él era el paciente. Finalmente recordó el accidente, se acordaba bastante bien de cómo fue pero no consiguió situarlo en el tiempo. Tenía la impresión de que había ocurrido hacía dos minutos, pero era imposible. Decidió seguir tumbado en la cama e intentar recuperar los sentidos.
Después de conseguir ver empezó a mover la boca. Sacar la lengua, pasarla por todos los dientes, mover y cerrar su dentadura. Al principio dolió, luego era algo muy reconfortante. Llegó el momento de intentar mover los dedos, no sabía cuánto había tardado con el problema de los ojos y la boca. Probó primero con el pulgar. Sintió de nuevo ese dolor que no era dolor, sino pesadez, en su dedo. Insistió de nuevo, intentó otra vez moverlo, con todas sus fuerzas probó de moverlo. Al final, al tal vez vigésimo intentó lo consiguió. Luego repitió el mismo ejercicio con los otros cuatro dedos. La mano en sí. El brazo. Apretó el botón.

- ¡Llamad al Doctor Spencer, el paciente de la 305 se ha despertado! - Gritó una mujer rubia desde la puerta, rápidamente salió corriendo de la habitación y volvió al cabo de un par de minutos acompañada de un hombre mayor. El Doctor Spencer.
- Vaya, nos ha hecho esperar mucho tiempo señor Collins.
- Llámame Patrick, ¿estoy en el hospital?
- Así es, ¿se siente confuso Patrick?
Se quedó mirando a su doctor, desde la cama. ¿Se sentía confuso? Sabía que llevaba tiempo ahí, lo intuía, pero por alguna razón no le preocupaba. Pero en algún momento le dirían cuánto tiempo había pasado desde el accidente. Estaba asustado, lo empezaba a notar. Sus padres, su hermano. ¿Cuántas veces habrían ido a verle? ¿Habrían llorado alguna vez recostados sobre su cama? ¿Habría ido el otro conductor a visitarle alguna vez? ¿Se sentiría culpable? ¿Vive?
- ¿Cuánto tiempo llevo aquí? ¿Qué fue del otro conductor?
El doctor Spencer sonrió. - Vaya, parece que sabe dónde está. Y también porqué está aquí. Tuvo un accidente hace un tiempo, - Patrick le dedicó una mala mirada. - se dio un golpe fuerte en la cabeza y ha permanecido en coma un tiempo. - Patrick se impacentaba, intentó hablar. - Del otro conductor no sabemos nada, está vivo porqué no estaba en el accidente.
- ¿Cuánto tiempo? 
- Unos dos años.
¡Dos años! ¿Cuántos años tenía ahora pues? 52 años, también se notaba más delgado. Claro, dos años tumbado sin hacer ejercicio significan muchos quilos. Debería invertir muchas horas en el gimnasio. ¡Y su trabajo! ¿Conservaría su puesto? Tantas preguntas sin respuesta... pidió al doctor y la enfermera que se marcharan, necesitaba un tiempo a solas.
Una hora después su soledad fue invadida por su hermano y su sobrina. Clarice le dio un beso muy fuerte en la mejilla, no le dolió.
- ¿Te encuentras bien tío? ¿Sabes quién soy? - Su encantadora sobrina parecía asustada.
- Claro que sé quién eres cariño, la niña más guapa de Estados Unidos.
Clarice puso mala cara. - ¿Por qué no del mundo?
- ¡Eres una niña muy creída! - Clarice le sacó la lengua y luego los tres rieron. Por fin. Frank le contó que conservaba su puesto, era un buen agente en su empresa y no querían perderle. Habían puesto a un estudiante a sustituirle, era bueno pero Patrick no debía preocuparse. Él y Emily se habían hecho cargo de todas sus facturas, habían pagado algunas. Patrick insistió en devolverles el dinero, Frank insistió en una botella de vino. Después hablaron del accidente. Salió en las noticias los dos primeros días, tal vez le visitaría la prensa. Nadie sabía nada, nadie había visto nada.
Al final sus familiares le dejaron solo de nuevo, sobre las 22h entró otro hombre a la habitación. Grande, ancho, fuerte, dentro de un traje.
- Buenas Noches señor Collins. - La voz del hombre era pausada, tranquila, inspiraba confianza. Patrick no confiaba en él. 
- ¿Es usted doctor? - Pregunta tonta, claro que no era doctor.
- No, he venido a ofrecerle trabajo.
- Ya tengo trabajo, pero gracias por la oferta. - Patrick vio que algo no iba bien. ¿Un hombre se te presentaba de repente a ofrecerte trabajo? Habría que estar muy loco para aceptar. Si fuera pobre, o le debiese algo a ese hombre se lo podría pensar. Pero llevaba dos años en coma y tenía un sueldo bastante bueno. - Por favor, váyase. Quiero dormir.
- Le interesará mi oferta, será un minuto. - El hombre se quedó mirándolo. Era imposible saber qué pensaba, que quería. Era transparente, le mirabas y era como si no hubiese nadie.
- Le escucho. - Patrick cedió, pero tenía el mando preparado para llamar a la enfermera.
- Mi jefe se llama Luís Álvarez. Es un empresario muy importante en España y tiene algunos negocios internacionales, muchos de ellos con Estados Unidos. Por motivos de trabajo estará en este país esta semana y la siguiente, así que el último día usted tendrá que coger un avión e ir a Barcelona para la reunión. Ésta debe llevarse a cabo en Barcelona por seguridad, en la reunión se le explicará todo. El vuelo lo paga él, pagará el hotel y todos los gastos que puedan surgir. Usted no gastará nada, pero después tendrá que prestarle el servicio por ese trabajo. Siento decirle que no será remunerado por éste, pero verá que sacará más utilidad usted que él haciéndolo. Hemos estado estudiándole, a usted y a dos personas más. Hemos visitado a una veintena pero de momento sabemos que sólo ellos dos se presentarán. No pregunte cómo sabemos lo que sabemos, eso no importa. Lo importante es lo que le ofrecemos, lo que usted puede ganar. Sé que está débil y que lleva dos años en el hospital. Por eso el trabajo empezará de aquí dos meses desde la fecha de hoy, nosotros le pagaremos la recuperación. Usted es una pieza indispensable en su pla...
- ¡Espere! - Patrick pensaba que era una broma. - Esto no es normal. Váyase de aquí ahora mismo si no quiere que llame a la policia. 
- Clarice está en peligro. 
Patrick no dudó más. El hombre le dijo que debería coger el avión el próximo Lunes, que pasaría un mes en España y ahí le explicarían todo. Por qué le necesitaban, qué debía hacer y lo más importante, qué pasaba con Clarice. Luego el hombre trajeado dejó una carta sobre la mesa y se fue.
Patrick rompió a llorar.

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