Ella no le dejó decir nada al abrir la puerta, sólo se lanzó sobre él. Literalmente. La pierna le fallaba y no pudo evitar el caer hacia atrás cuando ella le besó. Dio unos pasos atrás hasta que tropezó con la cama y cayó encima. Ella estaba encima de él, sin dejar de besarle. Notaba el sabor de sus labios, el pintalabios que llevaba además añadía un punto de fresa. Él no sabía a qué venía esto, quería separarla y preguntar. No pudo parar de preguntarse cosas. ¿Por qué se lanzó de repente? ¿Qué buscaba en su habitación? Y casi sin darse cuenta, volvió al accidente: ¿Por qué a mí? Esa es la gran duda que le torturaba desde hacía días, y eligió ese momento para cabrearse con el mundo. Y decidió enfocar ese cabreo hacia Lucia.
Cogió a la mujer por el vestido y le dio la vuelta, él se colocó encima y empezó a empujarla hacia la almohada. Ella le cogía a él por el cuello de la camisa, se cayó el primer botón. Las sábanas se arrugaron en un momento, y la almohada cayó cuando cogió a la mujer por el trasero y la colocó de rodillas a la cabeza de la cama. Después le empujó contra la pared y siguieron besándose. Y ella se separó, él se quedó mirándola a los ojos.
Lucía estaba cabreada, el gordo la había jodido y ahora lo había recordado todo. Al salir de la habitación de Luis sólo quería cargarse al gordo. Quería adelantarse, ir a buscarlo y clavarle una bala en la cabeza. Pero en vez de eso le vinieron ganas de follar, y sin saber por qué pensó en Patrick. Se cambió, le gustaba hacer el amor con un vestido bonito. Le gustaba que se lo rompiesen, y notaba que Patrick la trataba con brutalidad. Una dulce brutalidad. Ella decidió adelantarse, se levantó y le puso el pie, ya descalzo, en el pecho. Cogió a Patrick por el cuello de la camisa y le empujó de una patada para que se tumbara. Todos los botones, ni uno quedó, salieron volando. A él no le importó, lo notó al instante en el pantalón. A Lucia le gustó ver que él se excitaba, le entraron unas ganas enorme de arrancarle el pantalón y hacerle de todo en ese preciso momento. Él no le permitió moverse, la cogió por un tirante y la acercó a él. El tirante se rompió y quedaron los dos de nuevo pudiendo sentir la respiración del otro. Volvieron a besarse, empezaron a ponerse de verdad. Lucía notaba el pene de Patrick contra su cuerpo, así que decidió apretarse más. El tirante rotó dejó al descubierto por fin las dos clavículas y su amante se abalanzó contra ellas. Apretó sus labios y lengua contra el cuerpo de la mujer, y ella no pudo resistir ese momento de excitación. Apretó la pierna dolorida de Patrick, aún sin saber que esa era la pierna. Patrick sintió un dolor enorme, y un placer mil veces superior. Al separarse de sus clavículas estaban rojas, y ardiendo. Ambos ardían, sus manos, sus nucas... El calor les envolvía y cada vez se notaban más excitados. Finalmente Patrick cogió el vestido de ella y se lo arrancó. Se rompió por varios sitios y cayó al suelo. Lucia no pudo evitar ponerse a cien, se separó de él completamente desnuda y le arrancó el pantalón. Se puso nerviosa con el cinturón, pero entre tirones y mordiscos al final la ropa interior de Patrick quedó al descubierto.
Él cogió a Lucia por sus nalgas y empezó a chupar y morder sus pezones. Ella pasó la mano adentro de sus calzoncillos. Todo ardía. Odiaban al mundo, odiaban lo que habían pasado. Odiaban no estar follando ya. Finalmente Lucía tumbó a Patrick y le quitó los calzoncillos, esta vez con suavidad. Después los tiró al suelo y se puso encima de él. Y luego él dentro de ella. Y empezó a botar, y a sudar. Los gritos podrían oírse en toda la planta del hotel. Ella puso sus manos en el pecho de Patrick, el cual acabó con varios arañazos. A Patrick le dolía la pierna, le dolía el pecho, pero sólo podía pensar en follarse a Lucia. Sus curvas, sus pechos, sus caderas, sus labios. Volvió a besarla, y ella a él. Cruzaron sus lenguas, él volvió a morder su cuello, ella apretó los brazos de él cuando empezó a llegar al orgasmo. Seguía botando, sin parar. La cama estaba empapada, y ellos también. Y todo acabó en un grito, seco. Y se derrumbó encima de él. Y ambos se retorcieron de placer porque no querían parar, demasiado odio para parar. Los dos querían matar al gordo, pero no podían pensar en nada. Bueno sí, seguían pensando en follar.
Finalmente Lucia se tiró encima la cama y se quedó mirando el techo, jadeando. Intentó hablar, inútil. Él se dirigió a la ducha, sorteando la ropa rota del suelo. Se echó agua en la cara y observó como su pene erecto empezaba a relajarse. Pero no podía relajarse del todo, escuchaba la respiración de Lucia en su cuarto. Esa mujer era demasiado, le había follado con una pasión, una dulzura y una brutalidad que no tenían nombre. Ese polvo fue milagroso para él, para relajar ese cabreo con el mundo. Se puso el albornoz y volvió a la habitación.
- ¿Tienes algo de beber? - Preguntó ella, desnuda aún.
- Mira a ver en la nevera... - Dijo él, cayendo extasiado en la cama. - Hay cervezas, coge una si quieres.
Ella cogió una y le acercó otra a él. Se sentaron en el filo de la cama y se bebieron las dos latas. No dijeron nada, cualquier palabra rompería la magia. Finalmente ella le pidió algo de ropa, Patrick le dejó una camisa suya. Se cubrió con ella y se despidió con un beso.
Lucia llegó a su habitación y se metió en la ducha. Se había acostado con muchos hombres en su vida, siempre ella decidía cuando acostarse con uno. No soportaba ceder, ella decidía. Pero Patrick era distinto. Ella había decidido ir a por él sin razón alguna, era atractivo y necesitaba desahogarse de alguna forma. Pero la forma que tuvo de rasgarse el vestido, los mordiscos, los golpes que daba a veces con la cadera mientras lo hacían. No pudo evitar masturbarse mientras se duchaba. Después de secó y se puso lo primero que vio. Unos tejanos y una camisa roja y negra, a cuadros. Después cogió una pistola, la metió en el bolso y decidió convertir ese día en un día perfecto.
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