viernes, 28 de diciembre de 2012

Capítulo 10: El Gordo

Patrick estaba en la azotea del hotel, fumando un cigarrillo con la mano derecha y sujetando unos binoculares con la izquierda. Como era el cojo del grupo, Luis le había encargado la tarea de vigilar el perímetro del edificio, por si venían policías. Un trabajo importante, pero tremendamente aburrido. Tuvo que subir ahí antes de lo planeado, porque a la rubia se le había ido la olla y se había adelantado. Había salido ella sola a buscar al gordo, con una pistola y pocas ganas de hacer amigos. ¿Tan mal se lo había hecho que le habían entrado unas ganas locas de asesinar? La idea hizo que se riera solo, dio una calada al cigarro y observó como el humo se alejaba de él.
La noche le rodeaba, la temperatura no era muy agradable así que tuvo que subir con su abrigo y unos guantes. Tenía que esperar a que Luis le llamara, él y Stan habían ido a buscar a Lucia. En teoría debía haber alguien por el edificio, "patrullando". El plan era un vigilante en la azotea, un vigilante en el interior y dos para matar al gordo. Pero habían tenido que improvisar, no había tiempo para que alguien se diera vueltas por los pasillos y comedores. Dio otra calada al cigarro, no notó el calor de éste con los guantes puestos. Patrick había empezado a fumar hacía unos días, estaba harto de cuidarse tanto. Estaba harto de prácticamente todo, cuando el móvil sonó.
- ¿Luis? - Preguntó el cojo al apretar el botón de responder.
- La hemos cogido, iba hacia la habitación del gordo y parecía bastante nerviosa, no ha podido llegar. Stan está en la entrada de la planta, Lucia y yo nos encargaremos de él.
- Bien, cuando acabéis dame un toque e iré a la habitación, nos vemos ahí. En la tuya.
- Perfecto, deséanos suerte.
- Espero que no la necesitéis.

Lucia estaba hirviendo de rabia, le habría gustado encargarse ya de ese cabrón pero Luis y Stan aparecieron de repente y la detuvieron. Le dijeron que no podía ser tan temeraria, que había un plan y debían seguirlo. "Hay que andar sobre seguro", repetía Stan sin parar. Stan le ponía de los nervios, todos lo habían pasado mal pero sólo él parecía haberse vuelto débil. Patrick no era débil, nada débil. Y Luis era demasiado creído y orgulloso para mostrar su verdadero yo. Finalmente Stan dijo que él vigilaría el ascensor y las escaleras, así que Luis y Lucia empezaron a andar hacia la habitación. Finalmente llegaron a la puerta y se colocaron cada uno a un lado de ésta, se pusieron guantes y se taparon la cabeza, no debía haber ninguna huella. Luis llamó con los nudillos.
Pero nadie acudió, cuando esta vez llamó Lucia la puerta cedió sola. Estaba abierta. La pareja se miró uno al otro, sorprendidos.
- ¿Entramos? - Susurró Lucia.
- No debería estar abierta, en teoría hoy no esperaba a nadie.... Pero bueno, hay que acabar esto. Yo la abro de golpe y tú entras y disparas.
- ¿Y si no soy capaz?
- Dispararé yo, por eso hay que venir en parejas.
- ¿Y si no eres capaz?
- Pues recemos para que cuando él intente matarnos nuestro instinto de supervivencia no nos bloqueé, y disparemos.
Lucia asintió, se secó la frente con la mano. Estaban nerviosos, muy nerviosos. Nunca habían matado a nadie, no eran las dos personas más honradas del mundo pero nunca habían matado a nadie. Finalmente Luis abrió la puerta y Lucia entró corriendo. No pudo disparar, la pistola se le cayó. Luis entró detrás pero tampoco disparó, recogió la pistola de Lucia y ambos salieron corriendo de ahí. Llegaron a los ascensores y cogieron a Stan por el hombro para que les siguiera.
- ¿Qué ha pasado, ya está hecho? - Preguntó Stan.
Nadie respondió, sólo corrieron a la planta superior. Luis abrió la puerta de su habitación y entraron los tres, después le tiró el móvil a Stan.
- Llama a Patrick.
No dijeron nada más hasta que Patrick llegó, al entrar los vio a los tres sentados en la cama. Stan estaba como perdido, no entendía nada. Luis y Lucia estaban anulados, sudaban mucho y ella temblaba un poco. Patrick cerró la puerta con el bastón y preguntó:
- ¿Qué ha salido mal?
Lucia por fin reaccionó, se levantó de golpe y cogió una botella. Le dio un trago largo y se la pasó a Luis. Ambos necesitaban esa botella.
- Cuando entramos el gordo estaba sentado en una silla, mirando hacia la puerta. No tenía nada en las manos, ni una pistola, ni una copa... Pero parecía que nos esperara. Patrick, tenía un agujero de bala enorme entre las cejas.

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