jueves, 19 de marzo de 2015

Capítulo 21

   Acantha corría con todas sus fuerzas mientras el bosque explotaba a sus espaldas.

  Los oídos le pitaban, las piernas le dolían, pero no podía dejar de correr. Esquivando árboles y saltando raíces consiguió llegar al camino. "¿Y ahora qué?" pensó. Miró a su derecha y vio a Richard, de espaldas al mar, con su vara alzada y mirándola. "Mierda...".
   -Deberías haber seguido corriendo... -rió Richard desde la lejanía. 
   Acantha se preparó para lo que fuese que el mago le lanzara, pero justo cuando Richard sacaba una piedra de la bolsa, una flecha voló y se le clavó en la pierna. Richard trompicó y se encontró apoyado sobre su rodilla izquierda. Sacó otra piedra de su pequeña bolsa que colgaba del cinturón, y la rozó por la herida tras arrancar la flecha. La expresión de dolor desapareció de su rostro y poco a poco volvió a levantarse. Skar, desde donde Richard no podía verle sin girar la cabeza, le hizo señas a Acantha para que fuesen hacia el mar. Sin dudar ni un segundo, Acantha volvió a correr dentro del bosque.

Skar avanzaba sin cesar haciendo eses entre los árboles mientras, prácticamente sin mirar, disparaba flechas hacia Richard. No tardaría mucho para quedarse sin munición. ¿Cuántas piedras de esas tendría Richard en la bolsa? ¿Las necesitaba para hacer magia? 
   Unas enredaderas surgieron del suelo apresaron el pie de Skar, que cayó al suelo dándose un golpe en la cadera. Richard llegó junto a él, a escasos metros, y sacó otra piedra de la bolsa.
   -Como habrás visto -empezó a narrar el Emperador-, la magia se nutre de muchos elementos de la naturaleza. Lanzar rayos, invocar fuego, crear humo, controlar raíces o enredaderas... También puedo crear hielo, mover cosas o hacerlas desaparecer. Un truco muy bonito, es el de controlar las raíces. Éstas son más duras que las enredaderas y por lo tanto pueden usarse para matar a alguien a golpes, o atravesarle. Aunque podría sacar otra enredadera, como la que tienes en el pie, y asfixiarte. O podría hacerte caer un rayo... ¿Tal vez quemarte vivo? Si llevaras armadura, podría alzar la temperatura del hierro hasta asarte vivo. Dime, Skar, ¿cómo preferirías morir?
   Skar pensó que sería un buen momento para devolverle una frase ingeniosa, como haría Keithl. Pero no había tiempo para eso. Tenía que salir de allí. Y antes de pensar una respuesta, Acantha saltó de entre los árboles y cortó la enredadera con precisión milimétrica. Un segundo después, le cogió de la camisa y le lanzó empujó a un lado justo cuando una roca surgía donde él estaba tumbado segundos antes. Y de nuevo, empezaron a correr.
   -¿Cuál es el plan? -preguntó Skar.
   -De momento seguir corriendo, y conseguir detenerle.
   -¿Detenerle? ¡El quiere matarnos!
   -¡No podemos matarle Skar!
   -¿Por ser el Emperador?
   -¡No, por que es nuestro amigo! Sólo está algo loco ahora mismo.
   -¡Perfecto, a ver cómo nos lo montamos!
   Montones de piedras volaban a su alrededor y oían la risa histérica de Richard a sus espaldas. "Totalmente loco" pensó Skar. Cogió otra flecha del carcaj y disparó. Por supuesto, no dio a nada. "¡Esto es inútil!" gritó a Acantha. Ya pensaremos algo, respondió ella. Skar no tenía nada seguro. Y Skar necesitaba un golpe de suerte, algo, poner la balanza a su favor. Confía en mí, sólo esquívale. "¿Qué?" pensó Acantha justo cuando Skar desaparecía entre los árboles.

Acantha se encontró en la playa, con el camino imperial frente a ella, destrozado, y el mar a sus espaldas. Richard avanzaba por el camino, y algunas ramas enormes flotaban a su alrededor, amenazantes. Y una voló hacia ella, Acantha rodó a un lado y un segundo después saltó hacia atrás para esquivar una segunda rama. Y corrió hacia adelante para esquivar una tercera. Estuvo un par de minutos saltando y rodando, esquivando ramas gigantes que se abalanzaban contra ella. "¿Qué estás haciendo Skar?" Le dolían mucho las piernas, le costaba respirar, la chica lo veía todo muy negro. Richard levantó la vara y seis ramas apuntaron a Acantha. 
   No se dio cuenta, que con una velocidad milagrosa y de forma totalmente sigilosa, Skar corría hacia él a sus espaldas. Con una agilidad inconcebible, se agachó y le clavó una flecha en el gemelo a Richard, la clavó tan profundamente que se atravesó hasta la mitad del tubo. Después la partió por ambos lados y se apartó rápidamente de Richard, dejándole la pierna atravesada por esa flecha endemoniadamente complicada de sacar. Al Emperador no le había dado tiempo, por muy buen soldado que fuese, ni en pensar en coger una piedra de la bolsa. Ni en darle un golpe a Skar.

Richard maldijo por lo alto al verse incapaz de quitarse la flecha, ni de un tirón ni con cuidado. Skar y Acantha habían huido de nuevo hacia el bosque, buscando la protección de los árboles. Intentó ponerse de pie, pero la pierna le dolía muchísimo. No entendía cómo podía haberse dejado engañar así, cegado al ver a Acantha tan arrinconada, se había olvidado totalmente de Skar. El bandido era rápido, muy rápido, y muy ágil. ¡Maldición! Metió la mano en la bolsa, cogió un puñado de piedras y concentrándose, las lanzó todas hacia el bosque.
   No fue como una explosión que no se hubiese visto jamás, era más bien como un estallido de magia. El fuego surgió de la nada y trepó hacia el cielo, superando al bosque, algunos árboles se partieron y otros se quebraron en astillas. El suelo se abrió y centenares de raíces, ramas, enredaderas, hasta insectos y vapor, volaron hacia arriba. Era caos, decenas de hechizos hechos al mismo tiempo llevaron a ese destrozo de la naturaleza, y ese pequeño trozo de tierra nunca se recuperó.
   Richard no tuvo tiempo de reaccionar cuando una flecha atravesó el fuego y le golpeó justo en la mano, no con precisión como para atravesarla, pero mandó su vara a unos metros de él. Skar y Acantha saltaron por encima del fuego y se encararon a él.
   -Se ha acabado Richard... -dijo Skar- Acaba esto ya, vayamos al palacio.
   Ninguno de los tres lo podía saber, pero lo que sucedió a continuación fue magia muy avanzada. Richard, sin coger ninguna piedra y con la vara fuera de alcance, canalizó todo el odio y rabia que sentía en ese momento hacia Skar, y ese odio y esa rabia hicieron surgir una explosión de la punta de la vara que se proyectó hacia el bandido. Fue difícil reaccionar, pues ninguno de los tres - ni siquiera Richard - esperaba ese ataque, así que cuando Acantha empujó a su marido fuera del alcance de la explosión, era un poco tarde.
   Tampoco ninguno pudo prever lo que ocurrió después, cuando el bosque limítrofe a la playa, el que Richard había destruido, al tener el suelo quebrado no pudo soportar el peso de los árboles y uno de estos cayó. Se desplomó justo donde Richard estaba, de rodillas, con la pierna atravesada por la flecha y sin poder moverse.

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